El portón de la escuela se abre y
los jóvenes comienzan a entrar. Es temprano aún, la mañana es fresca y se
respira aire húmedo. El coordinador de convivencia situado en un punto
estratégico, observa el paso lento y decidido de los estudiantes. Responde los
buenos días que muchos estudiantes le dicen.
– No se amontonen, que después no
los observo bien a todos, exclama con voz fuerte. A su lado izquierdo va ubicando los
estudiantes que no portan el uniforme de manera correcta, separándolos del
grupo que se dirige a su salón de clases. A ellos les toca esperar. Una vez se
cierre el portón, serán anotados en el “libro de registro de estudiantes que no
portan el uniforme correcto”.
- Mírese en el espejo imaginario que está allí,
para ver si cumple con el perfil del uniforme, le dice a una joven que trae
unos zapatos tenis morados y a un joven que tiene un corte de pelo moderno con
una abundante y larga cola.
Ahora el portón está cerrado, ya
sonó el timbre que indica la iniciación de las clases, los estudiantes están en
su salón, acompañados del docente de primera hora, pero el grupo separado aún permanece allí, a la entrada, esperando
las indicaciones del coordinador y ser anotados. – Profe, yo aprendo con el pelo largo o
corto, dice el estudiante de la larga cola, dirigiéndose al coordinador. - El
pelo no determina el aprendizaje, argumenta.
- A la escuela no solo se viene a
aprender matemáticas, sociales o lenguaje, contesta el coordinador. - También se viene a aprender normas y fortalecer
valores, recalcó. Se puede aprender matemática con el pelo largo o corto, con
zapatos o sin ellos, pero, si con anterioridad se ha consensuado y fijado que se
debe venir a clases con el pelo corto y con una vestimenta específica, quien no
lo haga así está incumpliendo la regla establecida. Por tanto no está mostrando
aprendizaje en esta área.
La convivencia escolar genera
aprendizajes, que se ven materializados en
distintos espacios formativos: Aulas de clases, recreos, actos en
comunidad, salidas de campo, entre otros y espacios de participación tales como
Consejo de Estudiantes, Consejo Académico, Consejo Directivo, Escuela de
Padres, Consejo de Profesores.
La convivencia escolar debe
desarrollar en las personas la capacidad de convivir e interactuar con los
demás en un marco de respeto mutuo y de solidaridad recíproca, acatando y
cumpliendo con normas previamente consensuadas, que le permitan actuar como
seres autónomos, capaces de tomar decisiones personales, con carácter
preventivo, es decir anticipándose a las consecuencias que sus actos le
generarían, lo que comúnmente se conoce como “pensar antes de actuar”.
Se infiere entonces que para
tener una buena convivencia, escolar y social, se debe cumplir con tres
postulados básicos: 1) Reconocer que existen autoridades y estas se respetan.
2) Acatar normas y cumplir con deberes y 3) Hacer valer sus derechos. Existen autoridades en
casa, el papá, la mamá, el abuelo, entre
otros. En el colegio, los docentes, los coordinadores, el rector. En la calle,
el policía, el soldado, el sacerdote, el alcalde. El cumplimiento de normas y
deberes, facilita la interacción con las demás personas y ayuda a vivir en paz
y armonía con los semejantes, soportados en el respeto mutuo y el reconocimiento
de límites de donde llegan mis derechos y comienzan los de los demás.
Podría pensarse que los dos
primeros postulados, apuntan a formar personas sumisas, que hacen todo lo que
se les ordena, pero no, el equilibrio se logra con el tercero. Se tienen
entonces personas que son capaces de reconocer que tienen unos deberes que
cumplir para poder exigir unos derechos. Se puede estar en desacuerdo con la
autoridad y la inconformidad se manifiesta con el debido respeto, con altura y con
un dialogo asertivo. No se olvide que las relaciones están soportadas en el
respeto mutuo, la autoridad también debe respetar al otro.